Algo más sobre haiku – Diálogo con el Dr. Alberto Silva Castro

HH (“Hojas de Haiku”): Le parecerá extraño, Maestro, pero a esta altura aún me sigo inquiriendo: ¿Qué es haiku? 

ASC (Alberto Silva Castro): No me parece extraña la pregunta: forma parte de una necesaria profundización. Observo que mis palabras se van modificando un poco cada vez que soy invitado a hablar sobre haiku (y sobre otras cosas del alma). Eso tiene que ver con las características intrínsecas del lenguaje y no con una desatención o veletismo de parte nuestra. 

HH: La respuesta, en ese caso, ¿se hace más amplia y compleja?

ASC:  Cuando se basa en la experiencia, la respuesta se va tornando cada vez más amplia y compleja, aunque no por ello más abstrusa.
 
HH: Dado el sinnúmero de bien intencionados (o no) que pretenden erigirse como autoridad en la materia, ¿quién dictamina qué es haiku y qué no lo es? ...


ASC: Esta es una pregunta esencial (y nos dice la epistemología que solo puede haber respuesta cuando se consigue formular una cuestión). Si entiendo bien (y sin perjuicio de lo que a ti te parezca), te digo cómo veo la cosa. Aunque incluye unas reglas retóricas (métrica, kireji, kigo, asonancia, tópicos, temáticas, reglas de uso de la lengua, reglas de uso de la cultura), lo que plantea un haiku está contenido en la propia experiencia que se desencadena. La palabra clave del haiku me parece EXPERIENCIA. Creo que es el hilo conductor, tanto si la consideramos como poesía, como si la vemos como un ejercicio "educido" del zen. Así, un haiku sería la "versión" (tan completamente concreta como provisional) de un estado de experiencia, "algo que ocurre en un lugar dado, en un momento dado", al decir de Bashô.

HH: ¿Ha habido un cambio de concepción y práctica en los actuales poetas japoneses con respecto a su tradición?

ASC: Conozco poetas japoneses que reeditan las reglas retóricas de una práctica con seis siglos de historia, las que en su pluma dejan de ser arte para convertirse en cultivo de una tradición japonesa. Tal vez el arte aquí pasa a ser folklore. Y conozco también a una colega japonesa que dedica un rato cada día a "amasar" un haiku que presentará en la reunión mensual de su grupo de composición. En el primer caso se forma parte de una "sociedad nativista" que puede orillar el folklore, en el segundo una experiencia que puede lindar con la poesía.


HH: ¿Todas las diferentes corrientes son válidas?, ¿toda composición en la que no participa la naturaleza pierde su status de haiku?, ¿deja de serlo la que se refiere a lo humano, o a la presencia del yo, más allá del aspecto satírico o irónico del senryû?, ¿se confunden en una estas dos categorías? 

ASC: Según la tradición del haiku (y en línea con lo que pudiéramos llamar una antropología budista), si "todo lo que existe, existe en la mente" (como dice la Avatamsaka Sutra), podremos entender con facilidad que la naturaleza incluye lo humano y que, incluso, comienza en el cuerpo humano (en los brazos con innúmeras picaduras de mosquitos de Issa, en el cuerpo desnudo y mojado de Buson cruzando por el vado, en la cabeza dándole un poco vueltas a Ryôkan después de beber sake con los pescadores en plena fiesta). Ese humano está ubicado en paraje agrícola o urbano, según las coordenadas históricas de la cultura. Bashô y muchos de sus seguidores abandonaron la ciudad, designando con su gesto andariego, casi de linyera sabihondo, su voluntad de romper las modas y modos de la cultura urbana, que por entonces era una cultura autoritaria y aristocrática (sería una hipótesis digna de consideración). En cambio, Saikaku Ihara compuso más de veinte mil haiku y senryû sin moverse de la ciudad (sin moverse en concreto del barrio de burdeles de su ciudad). Ambos convirtieron su experiencia en tercetos. Queda en manos del lector valorar más o menos cada tipo de experiencia. Y aquí entramos en otro campo, de importancia capital. La poesía es una experiencia nada inocente respecto de sus intenciones: se emite en el entendido de que hay una escucha o una lectura. El auditor o lector es quien refrenda (o no) el poema que acaba de llegarle. Un poema llega o no, llega más o menos. El receptor prolonga la experiencia del autor, en los moldes de su propia persona, de acuerdo a su propia circunstancia de tiempo y lugar. El poema resuena en vida ajena.

HH: En su opinión, Maestro, ¿es indispensable la presencia de un guía, un maestro, una autoridad que califique y juzgue el ejercicio del género?

ASC: Yo me limitaría a la siguiente reflexión: si es verdad que el nudo del haiku es la experiencia, entonces el haiku no tiene maestros (como Dôgen indica que en el zen "sólo zazen es tu maestro" y "tu mente cotidiana es el camino"). En lo que a mí respecta, mi camino en el haiku pasa por el zen. Y quien quiera oficiar de erudito, está tratando de hacer privada una vía pública: procede como soberbio estanciero que quiere clausurar una servidumbre de paso, porque atraviesa su sembradío de soja.

HH: De su reflexión puedo deducir que la erudición no genera poetas. La poesía puede generar eruditos, pero no a la inversa. El erudito se forma, el poeta nace. ¿No es así?

ASC: El poeta nace y muere y de nuevo renace. Le ocurre en cada intento de trasladar su experiencia a unos versos, que nacen como un bebé que sale de la placenta: muy vitales pero algo maltrechos, con restos de sangre y tejidos ajenos, sin talco ni ropita nueva.

 

HH: Para concluir, ¿qué me sugiere llevar a la práctica para una aproximación cada vez mayor a ese espíritu del haiku?

ASC: Yendo tú y yo con seriedad por la senda del haiku, creo que no hay mejor sombra para descansar y reanudar la marcha que la de un humilde y generoso árbol, como nuestro sencillo sauce. Y podemos hacer lo que aconseja, precisamente, aquel haiku, tal vez de Buson, (que por cierto liga de forma indisoluble mundo natural y mundo humano):

Déjale al sauce
todo el odio y el deseo
de tu corazón.

HH: Muchas gracias, Alberto.


Recomendamos muy especialmente visitar “Traducir Japón”, blog del Dr. Alberto Silva Castro: 

http://traducirjapon.blogspot.com/