Queridos amigos:
Un poco alejado del blog (por razones
particulares), quiero reanudar hoy el contacto con vosotros. Aunque algo
tardíamente, me pareció oportuno presentarles esta reseña sobre “Gotas de luna”
que tan generosamente ofreciera el amigo y colega dominicano Rafael García
Bidó, a través del Nº 26 de la gaceta trimestral de haiku de Hojas en la Acera.
Aprovecho para agradecer públicamente tal cortesía de Rafael, tanto como la
gentileza del equipo de redacción de HELA.
Un abrazo a todos.
Gotas de Luna
de Juan
Carlos Durilén
En Argentina hay gotas de luna
Reseña
de Rafael García Bidó
Juan Carlos Durilén (Córdoba, Argentina)
ha puesto a circular recientemente su libro de haiku Gotas de luna (188 pp, 5” x 7-1/2”), en una edición del autor, para
mi gusto, impecable e invitadora. Ilustrada con 12 pinturas de María del Carmen
Risso valiéndose de la técnica sumi-e (pintura en tinta negra).
Por primera vez leí los
haikus de Juan Carlos, hará ya unos años, en una muestra publicada en esta
misma revista “Hojas en la acera”. Me impresionaron tan favorablemente que
busqué la forma de comunicarme con él. En Gotas
de luna mantiene a lo largo de toda su extensión una técnica depurada de
hacer, apegado a la tradición en sus temas, atento al aquí y ahora, con agudo
sentido de observación, siguiendo el canon métrico 5-7-5 y la pausa o cesura
que divide el haiku en dos unidades semánticas y logrando versos de agradable
sonido.
Si en el libro no están
realzadas las estaciones, los protagonistas principales son el reino vegetal y
los astros y fenómenos celestes, que sí reflejan su transcurrir:
Frescor de campo.
Por la quieta alameda
solo la luna.
Flores de cardo
junto al trigo maduro.
Brisa de estío.
Encuentro grandes
aciertos en los haikus donde da cabida al ser humano, logrando en ocasiones,
con lo que no dice, despertar variadas y profundas emociones:
Hogar de ancianos.
Miradas al camino
cubierto de hojas.
Tarde nublada
con aroma a café.
Cierro los ojos.
Teje en silencio.
A veces su mirada
no está en los puntos.
No es de pasar por alto
el prólogo del autor donde hace algunas reflexiones sobre lo que es el haiku y
sobre sus intenciones al presentar la colección que nos ocupa:
“Gotas de luna no pretende emular la obra
de los maestros sino aproximarse humildemente a su legado. Para ello, considero
que la mejor manera de hacerlo es asumir nuestra circunstancia y dejar
testimonio de ella, fieles a nuestro idioma y a nuestro entorno, respetando ese
aquí y ahora que desde sus orígenes patentiza el haiku, de tal modo que aquello
de genuino que lo caracteriza se vea reflejado análogamente a través de nuestra
propia realidad, el lenguaje que la nombra y todo el bagaje idiosincrático que
nos diferencia y de algún modo también nos conecta.”
Al respecto, y leyendo este
libro, he tomado conciencia de que Argentina, por estar en el hemisferio sur
presenta una circunstancia especial dentro del mundo del haiku. Japón, donde
nace esta tradición, y los países donde más se ha desarrollado su cultivo
(Inglaterra, Francia, España, Canadá, Estados Unidos, la Europa del Este…)
están ubicados en el hemisferio norte, donde el comienzo del año es invierno y
primavera; julio y agosto, calor y tiempo de vacaciones; invierno, fiestas de
Navidad. Esas relaciones que acabo de enumerar (y tantas otras) no funcionan en
el sur del mundo y al revés, ciertas cosas que ha expresado Juan Carlos en su
libro, no pueden ser captadas en su plenitud, por quien no haya pasado la línea
del ecuador terrestre. Por ejemplo, me sucede con el haiku:
Pasa septiembre.
El viejo duraznero
no ha florecido.
Es evidente que el
adjetivo viejo y el no florecer transmiten una inquietud, una preocupación, por
la condición física del árbol, por su vitalidad, pero en el límite temporal que
se da, septiembre, no puedo captar con precisión el desarrollo o no de esa
primavera que no se nombra, porque lo que conozco como primavera ocurre en otro
momento del año, donde abril es un inicio y mayo es plenitud.
Otra característica que
a la distancia veo en el haiku escrito en Argentina es su fidelidad al canon
métrico 5-7-5, tal vez más allá de lo que la tradición acostumbra. María
Santamarina, en el ensayo “Brevedad y encanto sutil en el haiku” habla de “el
respeto a la métrica” y del haiku como “una estructura formal precisa que
facilita la liberación de lo esencial, de lo interno”. Juan Carlos ha sido casi
impecable siguiendo ese canon.
Hay que decir también,
refiriéndonos a esa zona del mundo, que un par de haikus de este libro remiten
a Jorge Luis Borges y al uruguayo Carlos Fleitas.
En fin, Gotas de luna es un libro maduro, que
complace, que invita a releerse y que muestra que Juan Carlos ha comprendido la
esencia del haiku.
Noche estival.
En medio del silencio
cae una fruta.
En el andamio
silban los albañiles.
Luna de día.
Extraído
de la gaceta trimestral de haiku de HOJAS EN LA ACERA
Nº 26-Junio 2015, pág.11,
12 y 13.