Muy duro este haiku, Juan Carlos. Contundente, expeditivo, casi una especie de definición (¡eso es la motosierra! ¡Ese efecto tan limpio como devastador!). Desvela un tono tuyo que es distinto, aunque está latente en mucho de lo que escribes, sobre todo tu prosa. Un gran abrazo
Gracias, querido amigo. Es así. Tú lo defines perfectamente. Es un haiku cortante, frío, como la propia motosierra. Pero esta dura expresión del haiku encierra un enorme dolor: cómo en pocos segundos se derriba tanta vida y tanta belleza, tras larguísimos años de crecer y dar sombra, flores, oxígeno. A veces es inevitable, pero la mayoría de las veces se arrasan montes y bosques con un fin solamente económico. La fiebre de la soja, por ejemplo.
El mismo dolor que siento cuando los incendios de nuestras serranías (muchas veces intencionales) condenan a muerte a miles y miles de animales pequeños y grandes que no pueden escapar de las llamas, y ni qué hablar de la flora autóctona que demora décadas en reponerse. Siento indignación e impotencia. En este mismo momento que te escribo las llamas son incontrolables en muchos puntos de nuestras sierras...
Un gran abrazo, Carlos. Y de nuevo gracias por pasar por aquí y detenerte.
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Muy duro este haiku, Juan Carlos. Contundente, expeditivo, casi una especie de definición (¡eso es la motosierra! ¡Ese efecto tan limpio como devastador!).
Desvela un tono tuyo que es distinto, aunque está latente en mucho de lo que escribes, sobre todo tu prosa.
Un gran abrazo
Gracias, querido amigo.
Es así. Tú lo defines perfectamente. Es un haiku cortante, frío, como la propia motosierra. Pero esta dura expresión del haiku encierra un enorme dolor: cómo en pocos segundos se derriba tanta vida y tanta belleza, tras larguísimos años de crecer y dar sombra, flores, oxígeno. A veces es inevitable, pero la mayoría de las veces se arrasan montes y bosques con un fin solamente económico. La fiebre de la soja, por ejemplo.
El mismo dolor que siento cuando los incendios de nuestras serranías (muchas veces intencionales) condenan a muerte a miles y miles de animales pequeños y grandes que no pueden escapar de las llamas, y ni qué hablar de la flora autóctona que demora décadas en reponerse. Siento indignación e impotencia. En este mismo momento que te escribo las llamas son incontrolables en muchos puntos de nuestras sierras...
Un gran abrazo, Carlos. Y de nuevo gracias por pasar por aquí y detenerte.
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